Recuerdo haberme hecho la pregunta sobre la apreciación de la belleza en los niños, cuando estaba estudiando estética en uno de los cursos de la carrera de educación Parvularia en la U.M.C.E. Sobre todo, me lo preguntaba cuando asistía a Jardines Infantiles vulnerables donde la pobreza impedía apreciar lo bello porque las necesidades eran muchas y el ambiente era falto de estímulos para desarrollar esa conducta. Mediante los espacios de expresión que se les daba a los niños, en juegos y dibujos, no existía la música como motor para escuchar, apreciar y crear. Más bien, era la música que les gustaba a las tías la que se imponía a los niños. Por eso me preguntaba en qué ocasiones podrían apreciar la belleza y si era algo que se enseñaba o surgía en forma natural. Actualmente veo a mis alumnas del colegio en el pre-kinder, hijas de la pandemia, estar ansiosas por ver, tocar y poseer todo lo que está a su alrededor, como si estuvieran manipulando un aparato electrónico como una Tablet o un celular para obtener las gratificaciones visuales y auditivas instantáneas que calman momentáneamente su inquietud. De todas las niñas a las que realicé el diagnóstico musical al comenzar el año, solo una pudo cantar la estrofa de una canción, con voz afinada, frente al curso y con muy bonita voz . ¿Como interpretar esta conducta? Simplemente mi alumna poseía la experiencia previa de escuchar y cantar expresándose a través de la música como algo natural, porque había sido estimulada en su casa, por lo tanto, tenía la capacidad de asombrarse, sensibilizarse y apreciar una bella canción ya memorizada. La apreciación de la belleza involucra la inteligencia, memoria asociativa, imaginación y emociones estéticas.
La belleza está en la naturaleza y en el ser humano. Los niños pueden apreciar en forma natural este encuentro con paisajes naturales, montañas, bosques, praderas, flores, etc. También con animales y seres humanos. Sin embargo, se podría considerar banal el aprecio de la belleza si es que no reporta algún beneficio mayor que el solo aprecio, pero efectivamente veremos que sí colabora en su formación integral.

El asombro que acompaña el descubrimiento de cada cosa nueva que ven, escuchan, manipulan o sienten es la base para la apreciación. En este sentido el ambiente físico, social, emocional y cultural en el que se desarrollen va a ser determinante en sus conductas a medida que vayan creciendo. El aprecio por la belleza permite al niño valorar un entorno limpio, objetos realizados por el artesano, una ciudad bien cuidada, admirar una obra pictórica, escultórica o musical sintiendo una emoción estética que es más elevada para su espíritu, capaz de hacerlo sentir feliz. La fealdad acompaña al caos, a la degradación y al mal vivir cuando se traduce en paredes sucias, escombros, basurales, ropa sucia y falta de experiencias que lo ayuden a observar y sentir la belleza. Si bien, existe una disposición natural para apreciar la belleza de la naturaleza y de los seres humanos vinculados a momentos afectivos agradables, también es cierto que para el desarrollo de la apreciación del arte en general, se requiere cierto nivel de alfabetización y exposición sistemática a lo bello. Las personas que han tenido mayor capacidad de apreciar lo bello en la vida y en el arte, tienen la capacidad de sentir y comprender el mundo de una manera más completa, con más herramientas y con mayores capacidades de goce.
Recuerdo que cuando mis hijos eran pequeños, los llevábamos al Municipal al programa “Ballet en familia” donde podían apreciar obras completas guiados en un principio por las historias que yo les iba susurrando al oído, explicándoles la trama de la obra y los detalles de la música que escuchaban. Sus edades fluctuaban entre los 3 y los 6 años en la época que comenzaron a asistir. En el intermedio tenían la experiencia de recorrer el municipal, comer un chocolate o dulce, tomar jugos y compartir con sus padres y hermanos. La situación la asociaban a bienestar, calidez y belleza, lo que además lo hacía muy entretenido para ellos. Hasta hoy, ellos aman el arte y sus expresiones y junto con las visitas a los museos, han desarrollado una sensibilidad para expresarse a través del arte literario, escénico, musical y pictórico.
Mª Jesús Sancho en la revista Hacer Familia escribe: «El buen gusto de nuestros hijos se educa a través de las palabras y de las oportunidades que les demos para ejercitar su capacidad para apreciar la belleza y por el ejemplo de nuestros gustos e intereses. El gusto es el sentido con el que se percibe y distingue el sabor de las cosas, pero también es la facultad de sentir o de apreciar lo bello, o lo feo» Mª Jesús Sancho. Psicóloga. Máster en Matrimonio y Familia.
Pensando en un ejemplo pienso en el centro de nuestra ciudad, en Santiago de Chile, donde observamos las obras de muchos jóvenes buscan expresar sus emociones quizás reprimidas, o sus deseos de ser considerados, rayando las paredes públicas con consignas y grafitis, como en las grandes ciudades de Nueva York, donde se comienza una escalada de suciedad con papeles pegados sobre las pinturas, invitando a conciertos, o a eventos, o bien escribiendo groserías por medio de insultos a los que dicen odiar. Entonces pasamos por esos lugares en forma autómata, sin sentido ni posibilidad de apreciar lo bello porque no existe. Los espacios públicos son tomados por los que se expresan sin la conciencia de atropellar la vida del otro. La belleza está ligada a nobles sentimientos de respeto hacia el otro. Sin embargo, también podemos encontrar la belleza en los murales cuando ocupan los muros en forma amable, coherentes con el entorno y en espacios habilitados para ello. Alguien podría decir que la belleza es relativa y depende de quien la vea. Pero existen consensos culturales que están ligados también a lo afectivo. Cuando la expresión de uno pasa a llevar a otro, no estamos frente a algo bello en forma consensuada por la humanidad, sino que se está colaborando con las malas actitudes y sentimientos del ser humano. Es vital el aporte de la educación en la familia y en la escuela para desarrollar experiencias en la que los niños puedan apreciar la belleza promoviendo actitudes que les permitan valorar lo bueno de cada uno y la belleza que los rodea. Cabe preguntarse entonces si ¿es un lujo o una necesidad el que puedan vivenciar la apreciación de la belleza?
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